El rincón cinéfago: El azul es un color que le da mil vueltas a Rosas Rojas

Hace ya un tiempo de cuando volví a ver La vie d´Adèle (Abdellatif Kechiche, 2013), una de las películas que más controversia causó hace un par de años (y mi favorita aquellos Cannes, por cierto).
Sobra decir que la crítica que ya escribí para 'Generación M' me parece, aunque suficiente, corta. Y aún así, por problemas de tiempo -tardaría una eternidad- me resultaría imposible hacer un análisis del filme que me dejara a gusto y que no me llevara páginas y páginas.

Voy a centrar mi atención en las duras críticas que ha recibido por parte de algunas personas; en un bando, aquellos que consideran un atentado contra la moralidad humana afirmar que el amor es algo que pulula sin importar la condición sexual, y por otro, aquellas que fueron a ver Rosas Rojas y se encontraron con una bofetada de realidad. A todos ellos, este minianálisis:




La vida de Adèle no es un palícula para todos los públicos. No hablo de las "largas" tres escenas de DOS minutos en las que el sexo se muestra como algo propio de la especie humana, donde no todo es idílico con manta y chimenea, donde las sábanas se humedecen y los besos se enredan con el pelo de la pareja mientras, de vez en cuando, sonreís, os mordéis el labio, os mordéis en general, etc.
Imagino, además, a la gente escandalizada por las escenas de la película revisionando El último tango en París, donde Marlon Brando -de quien Lea Seydoux (Emma) imita las poses, gestos y "porte"- le introducía a Maria Schneider mantequilla por el recto, para después introducir otra cosa. No es una comparación morbosa, es que dudo que se escandalizaran tanto hoy día.  No, no hablo de esas "larguísimas" escenas (reitero en la ironía). Hablo del tema central de la película; el amor, que te jode hasta dejarte sin aliento y determina, dependiendo de cómo te enfrentes a él, el transcurso de tu puñetera historia. Llamadme romántica, ñoña, como os apetezca... Me lo tomaré tan goethilmente que sólo me quedará daros las gracias por el cumplido. Raras somos las que no nos avergonzamos por estas "gilipolleces".

Si no te has llegado a tropezar con las raíces del sentimiento que la película retrata, simplemente no vas a encontrar nada con lo que sentirte identificado, ni nada que poder rescatar en esas intensísimas tres horas, ergo te vas a aburrir, como un cosaco, y seguramente, con mucha razón. En cambio, si te han roto el corazón alguna vez, si has sentido tan siquiera el miedo a la mierda que determina que demos los cambios más bruscos e hilarantes o irónicos en nuestra vida, entonces, y sólo entonces, siéntate y disfruta. No va a ser un viaje agradable (siempre), ni bonito (siempre), ni horrible (siempre), mais c´est la vie, y sólo por eso merece la pena observarla de vez en cuando.