“Lo que no debes hacer es airear
tu condición, porque ya se sabe cómo está el mundo”.
Esta frase que muchos
(afortunadamente, no todos) homosexuales hemos escuchado me hunden. No me
hunden por el significado en sí (que también), sino por el de quién provienen dichas palabras: Familiares y allegados, todos
unidos y dispuestos a contribuir a lo que voy a bautizar como entierro postarmario.
Tras la salida triunfal del
armario en la que dichos familiares se muestran entusiasmados y estupendos con
la idea y esos “yo lo veo normal y correcto” que huelen a chamusquina si se repiten demasiado, llega el
entierro postarmario. El momento en el que, poco a poco y sin apenas darte
cuenta, te van guardando bajo la alfombra de la que sólo puedes salir en
ocasiones especiales con tu AMIGA especial.
Una de las frases que más he escuchado
y parecen repetirse con mayor asiduidad es la de “A mí me parece muy bien lo de tu amiga, pero no deberías ir por ahí
aireándolo”.
Analicemos la
frase*à
“A mí me parece correcto lo de tu nov…nov…nov… [incapacidad innata
de pronunciación del vocablo] siempre y
cuando nadie se entere, puesto que afecta a mi situación personal y social, a
lo que considero mi inherente condición como ser humano en el mundo. Sin mi
reputación no soy nadie, tú podrías acabar con eso… Esto… ¿Yo te dije que me parecía bien y
correcto? Ah, no fui yo, fue el pelele”. Entonces saludas al pelele y tu vida acaba ahí
mismo. [saluda al pelele aquí abajo].
Bien, esto no sería casi ningún
problema si no fuera porque con airear se refiere a muestras de cariño públicas. Y no hablo de empotrar contra
una farola como hace tu primo con la Yesi, NO. Hablo de, no sé, ir de la mano
con tu pareja en un sitio donde “puedas encontrarte a algún conocido”; como por
ejemplo, San Petersburgo si eres de Cuenca. Lo típico.
Y yo pienso, medito: ¿No he pasado
suficientes años encerrada en un armario como para ahora esconderme debajo de
la alfombra? ¿Qué clase de trauma o insatisfacción personal hace que muchas
personas se fijen hasta el punto de ver algo malo en algo que no les importa?
Sí, tal vez sean vuestros amigos,
vuestros hermanos, y lo peor y más frecuente: Padres. Pero ¿compensa?
A mí no. No me compensan los
eufemismos, ni me compensan las manos debajo de la mesa. Me resulta
incómodo no ser natural, me deprime, me rompe, y nadie, ni siquiera quien me
trajo al mundo, tiene derecho a hacerme decidir entre ser plenamente feliz o
vivir angustiada bajo unas inseguridades
que no me pertenecen. Porque yo sí,
soy lesbiana, y quiero tener plenos derechos, quiero poder casarme, quiero
poder formar una familia, pero antes de eso, y lo más importante: No quiero
tener que elegir entre la familia en la que crecí y la que quiero formar. O lo
que es lo mismo en el mismo orden de factores: Entre el donde fui a parar y lo
que soy.
El vocabulario en este sentido tiene
una importancia esencial. Es sabido por todo el mundo que se usa, no sólo
para comunicar, sino también para “amaestrar”. Y aquí es cuando llega el turno
de mi tan odiada palabra “amiga”.
En mi caso, tengo un hermano, con
novia, lo que acentúa aún más la diferencia. Él sí tiene novia, y yo tengo amiga.
La cosa está en que estas palabras me sablan.
Queda muy bonito decir que mi novia es mi mejor amiga, que ciertamente, lo es.
Pero no es mi amiga ni podría serlo jamás, precisamente porque es mi novia.
Que sí, que entiendo que hay “personas
mayores poco acostumbradas”, pero nuestros padres, queridos compañeros, no son
octogenarios. De hecho, he conocido a octogenarios con la tan peculiar
habilidad de llamar a las cosas por su nombre.
Gracias a este déficit muchas personas confunden las cosas. Por ejemplo, en la escena lésbica de Cisne Negro pueden pensar que son dos bailarinas compañeras y amigas [of course], intercambiando opiniones sobre pasta dental.
"-Joder, Natalie, voy a tener que comprarme Licor del Palo - Casi aciertas cari... Es marca Cansum." |
Sí, es un follón. Y, por encima de todo, queda muy feo decirle a mi “amiga” que tengo otras amigas, pero lo cierto es que ¡las
tengo!. “Amiga, he de confesarte que tengo otras amigas”, pues no, no digo semejante
gilipollez porque es mi mejor amiga y lo sabe, pero a ver cómo le digo yo al resto del mundo cuál de todas mis amigas es mi
amiga.
Cuál me ha roto o alegrado el corazón, con cuál de todas mis amigas duermo, con cuál me caso... Complicarse la vida, sí. A mí al menos, lo del pseudo-postarmario me huele a chamusquina...
Puta alfombra tete…
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